El pasado 1 de Julio de 2008, se realizó en el Teatro presidente el concierto "Bolero Jazz" con la Platinum Orquesta.

Antes del concierto, la Orquesta posó en el Museo de Arte de El Salvador para esta foto:




César Alfaro
Octubre 2008
Gracias a todas las personas que han escrito a mi correo con sus comentarios, es sin duda un orgullo para mí, saber que la historia de la Comandante les ha gustado.

Saludos a todos!

César Alfaro
Octubre 2008

Un día de estos pase en mi vehículo frente al popular parque infantil, con el sol en la cara, un calor del diablo y un precioso congestionamiento vehicular, no tuve más que esperar a que el vehículo frente al mío se moviera, y la señora en dicho vehículo, solo tenía que esperar a que un autobús se moviera; así pues, detenido sobre la Juan Pablo II, escuchaba en la radio aquella canción “Piano Man” de Billy Joel.

En medio del contraste de la música, el sol, los vehículos y la gente a pie, atravesándose tan famosa alameda, me distrajo el famoso trencito que por años ha sido la atracción de dicho parque; en él, iban niños y niñas, gente adulta y hasta un abuelito que sin duda obedeciendo a los nietos gozaba de tan singular paseo. Sin pensarlo y por inercia, mi mente comenzó a traer a primer plano los recuerdos que tengo en ese parque; fueron tantas las imágenes que se volcaron a mi memoria, que de pronto me estaban pitando para que avanzara, el autobús ya se había movido y la señora del vehículo de enfrente iba ya unos 5 metros adelante; automáticamente, quite el pie del freno para que mi vehículo avanzara; en ese momento, ya no sentía mucho el sol en la cara, y el congestionamiento vehicular tampoco molestaba mucho, mi mente estaba ocupada con los recuerdos.

A medida avanzaba por la alameda, miraba por pedazos el parque, las ventas en la calle y los autobuses no dejaron ver mucho; “no importa” me dije, recuerdo perfectamente cada parte del parque, tenía en mi mente todo el recorrido de ese tren, cada una de las “ruedas”; recordé incluso el sonido de una que tiene caballos que halan un carruaje pequeño; cada una de esas “ruedas” tiene hasta hoy, la gran emoción de dar vueltas sobre su eje. Recordé unos pequeños carros y unos aviones en forma de sandia, todas sus zonas verdes, aparte, de una cantidad de “toboganes” o deslizaderos que tenía el parque cuando lo visitábamos frecuentemente con mi Madre y mis hermanos; pero dentro de todas las cosas en mi mente sobre el parque, recordé dos con mucho cariño y nostalgia; una de ellas era un bejuco que aun existe, y que se encuentra cerca del punto en el que las vías del trencito pasan sobre un puente con medios puntos, y es precisamente bajo uno de esos medios puntos que el trencito vuelve a pasar más adelante en su recorrido.

Justo en ese punto, un enorme bejuco ofrecía en forma clandestina todo lo que un mono araña pudiera desear para divertirse, y es que al verlo, la mente casi dibuja a un grupo de primates saltando de rama en rama, colgándose, saltando y haciendo travesuras; pero no, hace 25 años no eran monos los que ahí jugaban, éramos niños, y era la “rueda” perfecta, porque ofrecía más diversión que estar dando vueltas en los aviones en forma de sandia o en los caballitos; recuerdo que una pequeña división hecha con malla ciclón nos separaba de tan magnífico centro de entretenimiento, sin embargo, y como salvadoreños somos, nos las arreglábamos para meternos y así podernos subir al bejuco; y ahí andaba, cual mono con libre albedrío, junto a mis hermanos, y seguramente a la par de José, Pedro, Miguel, Roberto, Jaime, David, y que se yo tanto niño que disfrutaba junto a nosotros de ese preciado bejuco; Tanto fue el “pegue” del famoso bejuco que la maya ciclón desapareció, entonces teníamos vía libre para subirnos a él y divertirnos.

Mi Mamá, procuraba llevarnos al menos una vez a la semana con mis hermanos al parque, llegábamos temprano por la tarde y jugábamos hasta que los "pitos" o silbatos de los encargados del parque "arreaban" a toda la gente tipo 5 de la tarde, justo a la hora en que mi Papá que trabajaba cerca, salía de su oficina; y ya se pueden imaginar el cuadro, Mi Mamá caminando por la acera con nosotros de la mano, mis hermanos y yo, ¡con una facha! Como si nos habíamos “dado duro” con el camión de la basura, pero bueno, éramos niños, así que el “look” no era muy importante, después de todo, subirse al trencito y "cabrear" en el bejuco no eran actividades para no despeinarse; pero si eran el anhelo de llegar al parque.

“Que días aquellos” decía en mi mente, mientras seguía avanzando en mi vehículo, pero en eso recordé un evento que sin duda nos entristeció en aquellos días de niño, y es que la noticia salió en la televisión y en los periódicos: El tan querido trencito del parque infantil, ¡¡dejaría de funcionar!!, que tristeza, que frustración recuerdo haber sentido, pensé que aún tendríamos nuestro bejuco, pero sin el tren el parque ya no sería el mismo, y bueno, al parecer había problemas con el motor del trencito, en fin.

Llegamos en nuestra siguiente visita al parque y como todo niño curioso, queríamos ver el tren, lo chistoso es que pensando como niño, quizá esperábamos verlo sobre una cama, como enfermo, y gente atendiéndolo, recibiendo muchas atenciones; pero no, ahí estaba el trencito, inerte, sin movimiento, su motor ya no hacía ruido, el parque lucia igual, las demás "ruedas" con su ruido singular, los niños con algodones de azúcar, minutas, churritos y todo lo que los niños necesitan, el bejuco medio lleno, pero; ya no era lo mismo, es demás, que tristeza, así, pasaron las semanas y los meses; nosotros siempre íbamos al parque, y nos acostumbramos a ya no escuchar el motor del trencito, ni a verlo pasar.

Un día, mientras caminabamos hacia los "toboganes", vimos que los niños caminaban por donde antes pasaba el trencito; Mi mamá pregunto a uno de los encargados si eso era permitido y el humilde trabajador le dijo que se habían abierto las puertas para que la gente pudiera caminar por ahí, ya que el tren no pasaría en mucho tiempo; así que ni lentos ni perezosos “enganchamos” a mi Mamá a que camináramos por las vías del trencito; ella, que siempre andaba una mochila cargada con comida y bebida, acepto, y es que ¿En qué lugar estuvimos de niños con mis hermanos, que no haya estado mi Mamá o mi Papá? Mi mamá, que hasta la fecha tiene más energías que yo, andaba “carreriando” con nosotros, para arriba, para abajo, hombro a hombro, dedicándonos tiempo, pero tiempo con calidad.


En uno de esos viajes por las vías del tren tuvimos la idea de jugar a “Comando”, que no era más que la representación de una serie de televisión que daban en ese tiempo, basada en la II Guerra mundial; entonces, la gracia era conseguirnos unos palos largos para que fueran nuestros fusiles, y teníamos que montar un pelotón de soldados que según yo, iba obviamente a dirigir, y claro, mi razonamiento decía que por ser el hermano mayor, tenía que ser yo quien diera las órdenes, ¿Quien más que yo para ser el Comandante?; y justo cuando me disponía a dar mi primera orden, mi Mamá dijo con voz de mando: “Firmes soldados”, “hagan una fila”, “mochila al hombro y fusil listo”, “Vamos a correr hacia allá, porque tenemos que alcanzar al enemigo”, y diciendo esto, fue la primera en correr, y más detrás mis hermanos y yo, como pollitos, comenzamos a jugar y nos divertíamos tanto que de pronto se nos acercaron dos niños diciéndonos que querían jugar, y de la misma forma y con la misma voz de mando mi Mamá nos hacía sentir que realmente éramos soldados; la siguiente semana, no solo fueron dos niños los que se nos “pegaron” a jugar, fueron más, y con el tiempo muchos niños esperaban a que llegáramos con la comandante a jugar. Sin duda, este es el otro recuerdo que viene a mi mente con cariño y nostalgia.

Con el tiempo, arreglaron el motor del trencito, solo que éste no tenía la fuerza suficiente para hacer que el tren superara la parte inicial de su recorrido que era un poco inclinada, así que hacían retroceder el trencito con todos sus ocupantes, y en buen salvadoreño “Agarraba envión”, y por supuesto, ahí estábamos mis hermanos y yo, junto a la que por mucho tiempo fue nuestro comandante en el juego.

Hoy en día el trencito corre como nuevo, con una estación en la cual abordan niños, padres y abuelitos, el parque tiene la misma estructura que recuerdo cuando niño, visitarlo nuevamente me hizo volver a sentirme niño, fui muy feliz mostrándole a mi familia los lugares en los que jugaba cuando pequeño, nos subimos a todas las “ruedas” y por supuesto que también abordamos el trencito, y mientras viajábamos en él y pasábamos sobre sus vías, volví ya no a recordar, si no a vivir mi niñez, que fue maravillosa, la sonrisa en mi rostro era la misma que tenía de niño al ver a mi madre con la mochila al hombro y el fusil listo, la misma sonrisa que hoy tengo al recordar que cuando se acabaron los juegos sobre las vías, la comandante dejo de guiarnos en el juego, mas no dejo de hacerlo hasta el día de hoy en nuestras vidas.

César Alfaro
Octubre de 2008.



Recorriendo las vías por donde alguna vez corrimos junto a la Comandante




Los aviones en forma de sandia